El Gran Bazar de Estambul, ubicado en la parte europea, es el más grande de toda la ciudad y también uno de los más grandes del mundo. Pero cuando digo grande, imagínalo realmente grande: el bazaar tiene cerca de 4000 tiendas y en él se recorren más de 60 calles. Aunque su organización cumple cierta lógica y se ordena según cada gremio (pieles por una calle, joyeros por otra) resulta inevitable perderse y seguramente recorres tres veces el mismo sitio y otros te quedan sin visitar. ¡Y es que tiene más de 30.000 metros cuadrados!
En el bazar puedes encontrar de todo y aunque hayas llegado sin intención de comprar, siempre te llevas aunque sea un recuerdito de aquel sinfín de intensos colores, texturas y aromas. Si bien muchos de los productos se repiten en decenas de tiendas y algunas tienen un popurrí de artículos, verás algunas casas especializadas donde ricos turistas buscan al detalle cumplir con sus antojos.
Aunque fue la zona a la que menos atención le he prestado yo, gran parte de las calles principales están dedicadas a la joyería. Las tiendas se parecen más a un local convencional que a un puesto del bazar. Joyas de oro, plata y alhajas con piedras brillan y se lucen a través de las vidrieras.
Otro destacado son las tiendas del rubro textil donde puedes encontrar desde simples remeras que anuncian “I LOVE ISTAMBUL” hasta los tradicionales pañuelos, monederitos bordados y los zapatos turcos típicos. Lo ideal para conseguir buenos precios es llevar más de uno, por ejemplo los monederitos suelen comprarse de a 10. Los precios de artículos pequeños del estilo souvenir son bajos pero siempre están inflados y se suele regatear hasta conseguir el precio deseado.
También hay artículos de gran tamaño y artesanías de miles de dólares, entre las preferidas de los turistas y con precios para todos se encuentran las lámparas, los jabones y los juegos de té, unas tacitas pequeñas de estilo turco. Las narguilas o "shishas" tambié ocupan gran espacio entre las tiendas del Grand Bazaar.
El souvenir más famoso de toda Turquía es el nazar, un amuleto azul con forma de gota en la que se dibuja un ojo y se usa contra la envidia y el “mal de ojo”. Aunque sus orígenes parecen ser árabes también se conoce como ojo griego y es un conocido talismán de ese país.
Dejando de lado las artesanías, ropas y recuerdos, llegamos a la parte más dulce del bazar: las delicias turcas. Decenas de coloridos dulces y frutos deshidratados atraen la mirada de todos los visitantes e invitan a probarlos. Para nuestra suerte, todos los comerciantes convidan con algún trocito de sus delicias. Mi preferido, una especie de turrón crocante. Al sabor de los dulces se le suma el fuerte aroma de las especias que con muy buen gusto sus vendedores exhiben. Con ofertas para todos los paladares nuestras compras fueron una vaina de vainilla y unas cajitas con condimentos y molinillos para regalar.
En los patios del bazar y conectados por sus callecitas y puertas hay varias opciones para almorzar. Nosotros elegimos un local pequeñito que vendía unos deliciosos Kebap y tenía unas mesitas.
Cuando ya has visto todo lo que había para ver, probado los dulces y regateado hasta más no poder, dedícale unos minutos a contemplar la arquitectura del lugar. Desde los pisos al techo, es una construcción muy bonita.
Otro atractivo, que me llamó mucho la atención, fue ver a los mozos que llevan servidas las pequeñas tacitas de vidrio entre la multitud. Con gran destreza, le llevan a los comerciantes su té turco.
Se estima que trabajan en el Gran Bazar unas 20.000 personas, y otro tanto hay de visitantes. Aunque se puede recorrer y apreciar debidamente, hay zonas en que uno va esquivando gente y mirando chucherías. Una de las cosas favoritas para mí en los viajes es observar a las personas, aprender sobre su cultura y cómo es su vida cotidiana. Si te alejas un poquito del tumulto y te paras en unas de las columnas de las galerías a observar, tendrás entretenimiento para rato.