Muchas veces sucede que viajamos sin saber como luce nuestro destino o encontramos sitios extraordinarios de los que ni sospechábamos. Pero la mayoría de las veces, lo hemos elegido por cómo se ve en las fotos y El Nido es uno de esos lugares.
El Nido se encuentra al norte de la Isla de Palawan, en Filipinas. Para llegar a él desde Manila, la capital del país, se suele volar hasta Puerto Princesa, la capital de la isla, para recorrer luego casi 240 kilómetros por una vieja carretera.
Lo más bonito hasta ahora es el trato de la gente que te enamora por completo, pero aún de aguas cristalinas no se ve nada. Dejas tu mochila en la habitación y te vas desesperado a buscar un tuc tuc (triciclo) que te lleve a la playa más cercana. Llegas y la ves, bonita si, pero no lo que tú estabas esperando. Recuerdas la foto y no era así.
Cuando llega la noche y sales al centro, de calles de tierra, de dulces mujeres que ofrecen masajes por unos pocos dólares, de puestos de comida local y restaurantes internacionales donde comes hasta postre con lo que en tu país compras un solo un refresco, te decides a invertir tu presupuesto y reservas un tour para el otro día. Y aunque te dan un recibo, aún desconfías de entregarle tu dinero a un desconocido y esperas hasta el otro para confirmar que tu dinero sigue allí y una balsa te está esperando.
Cuando se hace la hora de partir, tú sigues en las calles de tierra bajo el sol abrumante y no haces otra cosa que recordar las aguas cristalinas de aquellas fotos que viste. El vendedor te dice que sigas a la señora que te va a acompañar hasta el bote. Tú aún no sabes para qué lado queda el agua, solo ves puestos y turistas.
Te guían por un pequeño pasillo entre dos tiendas, intercambias miradas con tus compañeros de viaje y piensas ¿A dónde nos llevan?
Sigues por el pasillo, entre charcos, algunos escombros y cosas tiradas en el suelo. Estás en los fondos de las casas, ves personas cocinando en sus precarias cocinas, ellos te sonríen. Mientras todo lo que ves empieza a hacer ruido en tu cabeza y quieres ponerte a encontrar el sentido de la vida en los últimos pasos que te separan de tu bote... llegas.
El trozo de cielo rectangular del pasillo se abre por completo y por debajo se pintan las aguas transparentes, coloreadas por decenas de embarcaciones de madera. La piel se eriza, los ojos no quieren ni pestañear y tú te sientes la persona más agradecida de la Tierra.
Si quieres más información sobre El Nido, visita la Guía de Filipinas. Si te gustó este artículo, comenta y comparte para que llegue a más viajeros.