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BARÚ Y EL ECOTURISMO


Playa Blanca

Si alguna vez has soñado con las aguas del Caribe seguro que las has imaginado cristalinas, como de un color turquesa, tan transparentes que podrías verte los dedos de los pies.


Digamos, como en la foto.


Sin embargo, la verdad es que no toda la costa del Mar Caribe es así. Si visitas Cartagena de Indias te encontrarás con unas playas de agua azul oscuro, bastante parecidas a las uruguayas, y es por eso que la mayoría de los paquetes turísticos que te llevan a Colombia además de Cartagena incluyen la Isla de San Andrés (¡y también compras en Panamá!). Pero estos paquetes suelen ser bastante más caros y más aún si en vez de Colombia se eligen lugares como Cancún o Punta Cana.


Nosotros teníamos menos días que los que suelen incluir los paquetes y pocas ganas de gastar cientos de dólares más. Así que buscamos una alternativa para poder conocer la histórica Cartagena y a la vez disfrutar de las paradisíacas playas caribeñas de revista pero sin llegar a los precios de las agencias.


Esa alternativa se llama Barú, cuyo nombre no resuena tanto como el de la famosa Isla de San Andrés pero tiene todo lo que habíamos imaginado: sol, arena blanca, agua transparente, jugos, caipiriña y acento colombiano.

Jugo :)

Llegar a Barú desde Cartagena es barato, fácil y rápido. Se puede optar por ir en bus o lancha rápida, por el día o quedarse a dormir. Ambas opciones cuestan entre 10 y 15 dólares ida y vuelta con almuerzo incluido. Aunque si decides pasar la noche, pierdes la vuelta y deberás pagar nuevamente un ticket completo para volver (teniendo en cuenta que igual es bastante negociable y regateable).


Nosotros elegimos viajar en buseta (una especie de micro) que, al igual que la lancha rápida, demora unos 45 minutos desde el Muelle de la Bodeguita en el centro de Cartagena hasta el "parqueadero" de Playa Blanca (Barú).


Cuando llegas a destino, luego de una ruta bastante agreste, el bus estaciona en una gran explanada de piso de tierra y arena donde se ven un montón de camionetas, motos y taxis que intentan vender tickets de regreso a Cartagena a los turistas que livianos de equipaje merodean el lugar. La mayoría ya ha reservado su retorno con alguna agencia pero siempre están los que llegan sin saber cuándo vuelven y los locales que trabajan en las playas y se regresan a la ciudad.

Parqueadero

Al bajar de la buseta aún sigues sin conocer aquel Caribe de ensueño, porque solo se ve calle de tierra y árboles. Sigues caminando y empiezas a ver puestos de ropa, recuerdos, juguetes para la playa hasta que, mientras te distraes con algún vendedor, levantas la cabeza y zas, la viste... el agua turquesa.


Mi reacción fue como de una risa vergonzosa, como intentando ocultar la emoción. No me daban los ojos para mirar todo eso que quería ver. Sin tiempo de poder procesar todas esas sensaciones, el chofer del micro nos puso en contacto con un chofer de balsa que nos arrimaría hasta nuestro alojamiento y partimos, atravesando a toda velocidad esas hermosas aguas que tanto estaba esperando conocer.

Balsa

Más que satisfechos con aquellas playas las expectativas en el alojamiento parecían no importar. ¿Qué más podíamos pedir?


Sobre nuestro hostal sabíamos lo suficiente, sería como el 90% de los alojamientos de Barú: construido en madera, baño compartido y pensión completa. Todos los hospedajes se ubican a dos metros del agua y suelen contar con una terraza desde donde ver el atardecer no tiene precio.


Hasta acá todo bárbaro y habiendo dormido ya en cualquier lado por cualquier parte del mundo una habitación de madera, con sabanas limpias y vista al Caribe no podía ser un problema. El asunto es el supuesto ecoturismo que se supone caracteriza el lugar. Básicamente el ecoturismo consiste en que durante el día y hasta las seis de la tarde no hay electricidad en la habitación y que cada huésped tiene derecho a una ducha diaria de máximo diez litros de agua fría. Como no hay cisterna, unos chicos llenan con agua del mar unos tanques de donde los turistas la recogen con jarras y así sustituyen la función de la cadena.


Si bien para nosotros no era un problema tampoco estaban especificadas las condiciones en la reserva como sí habíamos visto en otros lugares que promueven el cuidado del medio ambiente. Insisto, no era inconveniente, es más hasta nos resultaba divertido ver cómo todas las parejas usábamos la misma técnica de bañarse juntos para que la mujer se gastara quince litros de agua en el cabello y el hombre los cinco restantes. Sin embargo aquello del ecoturismo no me cerró. Me sonó a eso de que solo porque está de moda lo verde, lo natural, como una inteligente estrategia de marketing para atraer turistas confiados y de justificar el ahorro, la baja inversión y la gran rentabilidad de estos lugares.

Desde el agua

Me dejó la sensación de que no había una planificación premeditada que sustentara la idea del ecoturismo. Sin pensar demasiado recuerdo que, por ejemplo, en el hotel había un bar con bastante movimiento y todo se servia en vasos de plástico con sorbitos de plástico. No va muy de la mano con el ecoturismo .


De todos modos, sea por moda o porque recién estén comenzando a trabajar sobre la sustentabilidad y conservacion de estos paraísos naturales, cada impacto negativo que se evita, aunque no sea suficiente, suma. Realmente nosotros lo disfrutamos muchísimo y es sumamente recomendable, pero eso sí, el que se quiera bañar más seguido mejor que opte por un paseo de ida y vuelta.

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