Hace un par de años, cuando el objetivo de mi vida se había transformado en explorar el mundo y conocer nuevas culturas, empecé a soñar con visitar los países nórdicos. Por poco o mucho que sepamos de estos países, hay algo en que todos estamos de acuerdo: ¡son caros!
Sea por sus altos precios, su lejanía o su predominante clima frío, los países nórdicos son el sueño de muchos y la realidad de pocos. Pero ahora que vivo en Alemania el sueño está más cerca, para ser exacta, a 7 horas.
Como en todos mis viajes, el primer paso fue merodear por el Google Maps para tener una noción más clara de a dónde se podía llegar por tierra, qué ciudades estaban más cerca y así ir reduciendo opciones. La alternativa más seductora: Copenhague. Por 19 euros cada uno el ticket incluía bus y ferry, asegurándonos el transporte desde la Terminal de buses de Berlín hasta la de Copenhague.
Ahora tenía que solucionar el alojamiento que, aún buscando en cuartos compartidos de hostels, para esas fechas no bajaba de 300 euros las dos noches. Fue entonces que usamos Airbnb por primera vez, reservando por la mitad de precio una cabaña hermosa para nosotros dos solos. Sabiendo que si me registraba como nuevo usuario podía aprovechar los cupones de descuento que esta plataforma tiene para referidos, busqué un blog de viajes que ofreciera su código y me beneficié con 35 euros (¡Y además colaboré con el bloguero! Si quieres hacer lo mismo, este es mi cupón -enlace no válido en celulares-).
Con alojamiento y transporte resuelto solo restaba planificar qué ver y hacer para aprovechar nuestra estadía al máximo.
Llegaríamos a Copenhague por la tardecita, con unas pocas horas de sol, por lo que planificamos la cena en la zona de Nyhavn, el paseo marítimo más famoso de la ciudad, conocido por la mágica combinación de fachadas de colores, barcos, puentes y bares.
Dos kilometros a pie nos separan de la parada al puerto de Nyhavn, dos kilómetros que sirven para ir conociendo un poco de Copenhague e ir abriendo aún más el apetito.
Para cenar en este reconocido canal hay que venir dispuestos a darse un gusto porque los precios van acorde a la belleza del lugar. Los más típicos por estas cuadras son la cerveza, los productos del mar y el clásico de la cocina danesa: el "Smørrebrød", conocido en ingles como sandwich abierto, que no es más que una rodaja de pan de centeno untada con manteca y con diferentes bocados por encima, fiambres, pescados, gambas, cebolla y hierbas. Nosotros fuimos un poco menos gourmet pero quedamos muy satisfechos. Por una hamburguesa casera al pan con salsas y papas, un jugoso bife a la parilla con ensalada y papas, un jugo de naranja y una cerveza pagamos unos 70 euros.
Luego de una rica cena recorrimos a pie los alrededores del canal porque, aunque volveríamos al día siguiente, esa era nuestra única oportunidad de visitarlo por la noche. La temperatura estaba agradable y aún quedaban decenas de personas recorriendo las calles. Turistas que sacan fotos, enamorados que trancan su candado en el enrejado del puente, amigos que toman cerveza al borde del muelle y locales que van de regreso a casa.
Los barcos de madera son gran parte del espectáculo, algunos parecen estar vacíos pero en otros se ve gente viviendo. Mi cabeza empieza a soñar e imaginar cómo sería vivir en un barco... hasta que Nacho me baja a la realidad con un triste "vos te marearías enseguida".
Con las luces de los faroles reflejándose en el agua, la escenografía de Nyhavn es ideal para empezar nuestro viaje por la capital de Dinamarca. Pero ya es hora de ir a conocer nuestra cabaña, dormir y recargar las pilas. Nos vamos a la estación de Kongens Nytorv para tomar nuestro primer tren danés rumbo al pueblo de Farum.
Mañana nos espera un gran día: subir a la torre del observatorio, visitar uno de los parque de diversiones más antiguos del mundo, colarnos en una comunidad hippie y recorrer dos modernos mercados de comida.