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EL ARTE DE CONTEMPLAR LO SIMPLE


A menudo, cuando hacemos un viaje, deseamos llegar a los sitios que hacen famoso el lugar. Si vamos a París queremos ver la Torre Eiffel, si vamos a El Cairo esperamos ansiosos tocar las pirámides y si vamos a Tailandia soñamos con bañarnos en sus playas.


Muchas veces, al llegar, nos tomamos una foto que sirva para el perfil y, en el mejor de los casos, contemplamos el lugar y nos sentimos dichosos de estar allí. Y luego pensamos ¿y ahora? ¿qué sigue? Sin embargo no siempre apreciamos el camino, lo que vemos en el "durante", el verdadero viaje. Y más aún, ¿cuántas veces nos detenemos a admirar lo cotidiano, a escuchar los sonidos del lugar o a conversar con alguien del lugar? Pues ese será nuestro mayor aprendizaje en un viaje (y en la vida misma!).


Cuando nos abrimos al mundo, a lo diferente y permitimos a nuestros ojos ver más allá de lo que buscamos ver, la gratificación es inmensa. Si además nos animamos a tomar contacto con las nuevas realidades, la experiencia del viaje será completa e inolvidable.


En mis viajes intento mirar caras y gestos, ver qué hacen y cómo lo hacen los locales, qué diferencias tienen conmigo y con lo que yo conozco. A veces lo que vemos no nos gusta o es "demasiado diferente", pero aún así será aprendizaje y crecimiento si lo miramos con los ojos correctos: ojos humildes.


Pero no lo logré desde el principio, tal vez por la ansiedad o emoción que generan los viajes en los primerizos, lo cierto es que no comprendía aún el verdadero significado de mi viaje. Cuando empecé a darme cuenta de que no solo había visitado ciudades o edificios, playas y monumentos famosos sino que también había visto la vida misma de otras culturas sentí fascinación. Y sentí más deseos de ser parte, aunque fuera por unos instantes, de eso nuevo que antes no apreciaba.


Un viaje, y tu vida misma, dependerá mucho de cómo actúes.

Si no estás de viaje, también puedes adoptar la misma filosofía en tu casa, en tu ciudad, en tu país. De camino al trabajo toma una foto de los monumentos, admíralos como lo hacen los turistas, conversa con un extranjero y genera intercambios de cultura, acércate a un hotel y ofrécele a algún viajero hacer de guía, cuéntale de tu gente y que él te cuente de su país, busca las aventuras que dejamos pasar por estar inmersos en una cruel rutina.


Desde que ya no deseo llegar, ni tachar un punto de la lista, he descubierto la belleza de lo mundano, a cautivarme con lo más simple, a disfrutar del durante, del viaje mismo y no solo del destino final.

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