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AMSTERDAM: SEXO, DROGAS Y ROCK&ROLL?


Muchos piensan que las calles de Amsterdam están repletas de jóvenes drogadictos tirados en las veredas (¿veredas en Amsterdam?) y que el libertinaje es tal que no se debería andar por el barrio rojo después de las 5 de la tarde. Sin embargo, y aunque la mayor parte del turismo visita la capital para comprobarlo con sus propios ojos, la realidad es otra.


¿Qué es el Barrio Rojo? ¿Dónde está? ¿Qué hay de su historia?

Ubicado en la parte antigua de Amsterdam, a pocas cuadras de la plaza principal (Plaza Dam) y de una de sus iglesias más visitadas (Oude Kerk), el Barrio Rojo se distingue de los demás por la cantidad de luces y carteles rojos que adornan las "vidrieras" donde las prostitutas intentan conquistar su próxima presa y evitar ser fotografiadas.


Pero aunque sea uno de los pocos sitios en el mundo donde al mirar vidrieras se vean mujeres reales en ropa interior, en lugar de ver maniquíes y saldos de talles, no se siente una atmósfera extraña sino que se camina con total naturalidad. Nosotros lo visitamos en la tarde y caminamos por la zona como hasta las 10 de la noche, como era verano, nunca oscureció y nos quedamos con las ganas de ver los carteles de neón en su máximo esplendor.


Entre puentes y canales, sex shops, prostitutas y hombres que ofrecen entradas para shows de sexo en vivo, parece extraño cómo se camina como si nada de eso llamara la atención. Y es que tanto se ven turistas curiosos o interesados en alquilar el cuarto tras la vidriera, como personas que salen de su trabajo y van rumbo a casa o gente haciendo mandados.

La prositución es legal en los Países Bajos desde 1830 y las leyes se han ido actualizando, sobre todo para controlar y combatir la prostitución forzada y el tráfico de personas. Las primeras vitrinas aparecieron en el siglo XVII. Hoy en día, las prostitutas pagan impuestos por su actividad como cualquier trabajador y se exige contar con una licencia del municipio.

La marihuana en Amsterdam

Otro de los atractivos de Amsterdam y sobre el cual se opina mucho, es la legalidad de la marihuana. Lejos de todas esas ideas de quienes piensan que la ciudad es un antro de drogadictos donde es difícil respirar sin salir mareado, Amsterdam es una de esas ciudades donde se ve y se disfruta la libertad controlada. El que quiere se va a un coffee shop, donde puede comprar de forma legal marihuana y hachís de buena calidad. El que no quiere, se dedica a recorrer la bella ciudad que tiene una fascinante arquitectura, museos (entre los que se destaca la Casa de Ana Frank) y parques.


Hay cientos de coffee shops por las estrechas callecitas de Amsterdam, que por fuera no son más que un simple bar. Por dentro, también, con la diferencia de que el menú es casi exclusivamente marihuana y hachís de distintos tipos. Raramente incluyen alguna comida pero en la mayoría se sirven té y café. La venta de alcohol está prohibida, al igual que el consumo de tabaco.

Algunos coffee shops también ofrecen galletas o magdalenas con marihuana de forma que no sea exclusivo para fumadores. El personal suele asesorsar sobre cuál es el mejor tipo para cada uno. Es un ambiente muy tranquilo, se restringe el acceso a mayores de 18 y se pide mostrar la documentación a la entrada. En nuestro viaje de una sola noche por Amsterdam visitamos solo dos coffee shops, no muy famosos. Uno era como un bar con sillones y mesas ratonas con cajas de un producto sustituto del tabaco, hojillas y ceniceros. El otro era más parecido a un bar árabe con almohadones, narguilas y un gato.


También se puede comprar la marihuana para llevar (máximo 5 gramos) pero no está permitido fumar fuera del local o por la calle. Aunque se ve a alguno haciéndolo, no es legal y el máximo que una persona puede portar son esos 5 gramos.

Además de los coffee shops, están los smart shops donde se encuentra todo tipo de parafernalia cannábica y hasta trufas, una especie de hongo que crece bajo tierra que está de moda entre los turistas que viajan a Amsterdam desde que fue prohibida la venta de hongos alucinógenos. También, en toda tienda de souvenirs es posible encontrar algún recuerdito con la hoja del cannabis.

A pesar de la libertad que existe con respecto a estos temas, la realidad es que es una ciudad muy tranquila, ordenada y controlada, pero por sobre todo tolerante. Y aunque uno no vaya a consumir ni de su indutria del sexo ni de la drogas, la combinación del orden y la libertad en una ciudad son cualidades que la hacen disfrutable para todos. Para los interesados en la historia, también existen en la ciudad el Museo del Sexo y el Museo de la Marihuana.


Del rock n' roll, ni me pregunten, estuvimos una sola noche y nos fuimos a dormir temprano para arrancar con todo a la mañana siguiente hacia los molinos de Zaanse Schans.


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