¿Que si hay burocracia? Sí, la hay, bastante. ¿Que si los horarios de las oficinas públicas son complicados? Puede ser. ¿Que los funcionarios solo hablan alemán y te destratan? ¡Paren un poco! O yo he tenido mucha suerte o hay alguien que está alimentando un cuco al que no hay por qué temerle.
Ya todos quisiéramos ir de país en país sin hacer trámites, sin complicaciones ni obstáculos, pero la realidad es otra, y si quieres vivir en Alemania tendrás que jugar con las reglas alemanas.
Mi historia lidiando con los trámites tiene momentos de tensión y preocupación pero, por sobre todo, tiene situaciones graciosas que intentaré compartir con ustedes. Pero todo esto comienza mucho antes de poner un pie en el país de la cerveza y las salchichas.
EL PRINCIPIO
Como la mayoría de ustedes sabe, yo soy uruguaya y por lo tanto, por no ser ciudadana de la Unión Europea, no puedo vivir y trabajar en Alemania sin un visado especial. Aunque hoy en día existen varias opciones para jóvenes que quieran venir a Alemania, como la Visa Working Holiday y visas de estudio, una visa que permita vivir y trabajar sin restricciones no se le otorga a cualquiera. La solución, casarse con un europeo, por amor claro. La realidad es que la mayoría de los uruguayos somos descendientes de inmigrantes europeos. Así que si prefieres conservar la soltería, también puedes tramitar tus propios papeles en el consulado que corresponda. En mi caso, me decidí por la primera y me casé con un español con el que me había encariñados hacía ya muchos años (risas).
PRIMEROS PASOS
Nacho y yo tendremos muchos defectos, pero de ser desorganizados es algo de lo que nadie nos puede acusar. Por eso, unos meses antes de casarnos, fuimos y llamamos varias veces a las embajadas para averiguar todo lo que precisábamos. Para poder vivir en Alemania teníamos que obtener dos documentos, por un lado una partida de matrominio española, y por otro, una visa alemana de reunificación familiar. En los hechos, cuando llegó el momento de hacer todo el papeleo, Nacho ya se había ido del país.
PASO 1: CONSULADO DE ESPAÑA Y EMBAJADA DE ALEMANIA
Una linda mañana de lluvia, llego sin paraguas al Consulado de España donde la fila ya abarcaba la mitad de la cuadra. No importa, mi madre siempre dice que la lluvia es presagio de buena suerte. En un cuartito sin ventanas, la sala de espera me recibe con el típico olor a ropa mojada en un día de humedad. Mientras me abanico con los formularios del consulado, intento escuchar las conversaciones ajenas de los otros aspirantes. Cuando ya se iba acercando la hora en que me atenderían, una de las personas me hace una pregunta sobre unos trámites que yo no conocía y entablamos una conversación entre varios de la sala. Cada uno iba contando qué trámite venía a hacer, como en esas rondas de las reuniones de autoayuda. Cuando digo que venía por una partida porque me había casado con un español, todos comenzaron a comentar que si él no estaba allí no podía hacer nada, que necesitaba venir personalmente. Ya con el alma por los pies, espero resignada a que me atiendan. Llega mi turno.
- Hola, quisiera solicitar una partida de matrimonio, me he casado con un uruguayo con pasaporte español.
- Te has casado con un español, a todos los efectos es un español.
- Sí, eso.
Una simpática mujer de rulos rubios revisaba los papeles e ingresaba datos a la computadora. Luego les puso una grampa y me entregó un recibo con la fecha en la que quedarían listos mis documentos. Fin de la historia, nada de presencial, nada de apoderados, nada de complicaciones. Mi primer trámite ya estaba en marcha.
Ahora es tiempo de ir a la Embajada de Alemania. Una pesada puerta de hierro me separa de la recepción, dejo mis cosas en un locker, paso el control de seguridad y subo al primer piso. Ahora la sala de espera está vacía, me siento al lado de una mesa mientras recorro con la mirada los afiches de la pared. Todo está en alemán. Como un niño aprendiendo a leer voy diciendo tímidamente las palabras e intentando adivinar su significado. Miro una vez más todos los papeles que llevo, tengo todos los de la lista y algunos más por las dudas. Es mi turno. Dos jóvenes alemanas me esperan en la oficina del fondo, para mi suerte hablan inglés. Me van pidiendo uno a uno los papeles, me piden todos los de la lista y algunos más, algunos que ni siquiera tengo. El trámite de mi visa queda iniciado, lo que falta se puede enviar por e-mail. Al igual que anuncia la lista, me confirman que el trámite demora entre uno y tres meses, pero que rara vez ha llegado a cuatro. Estamos a fines de marzo, debería comprar un pasaje para fines de junio. Así lo hago, pero también, sabiendo que puedo viajar a Europa con visado de turista por tres meses, compro un pasaje para abril. No tengo más remedio que ir y volver por mi visa. Ahora solo resta esperar.
Primera semana de abril, suena el teléfono:
- Hola, le llamamos de la Embajada de Alemania para comunicarle que su visa ha sido aprobada, puede pasar a retirarla cuando guste.
¿Cómo no iba a festejar que mi visa había sido aprobada? Pero ¡ni dos semanas tardaron! ¡Y yo compré dos pasajes, dos pasajes!
PASO 2: CONSULADO DE ESPAÑA Y EMBAJADA DE ALEMANIA, OTRA VEZ.
Para el día que me dispuse ir a retirar la visa a la embajada yo ya no vivía en Montevideo, por lo que intentaba juntar todos los mandados y despedidas los días que viajaba a la capital. Esa mañana, que también iría al consulado español a retirar mis papeles, nuevamente lluvia. Pero esta vez llevaba paraguas, y para mi suerte, también llevaba una carpeta, una bolsa, unos regalos y el abrigo.
Nueve en punto de la mañana llego a la Embajada de Alemania, un cartel en el portón me da la bienvenida: "Cerrado hasta mayo". Quedaban pocos días para mi vuelo aunque es verdad que el plan original era retirarla en junio, pero, ya estaba ahí, mojada y cargada. Me decidí a tocar timbre. El portón se abre. Con toda aquella carga intento secarme las gotas que me caían por la cara.
- Hola ¿venís al ensayo?
- Eh, no, yo venía por una visa, me llamaron hace unos días para avisarme que estaba aprobada.
- Ah, sabes que la embajada está cerrada, hay un cartel en la puerta, yo te dejé pasar porque como te vi cargada pensé que venias al ensayo.
- Ay no me digas, me vine del interior a retirarla, me llamaron hace dos días y yo tengo el vuelo el domingo.
- A ver, decime tu nombre.
Mientras seguía con mi mejor cara de desgraciada, balanceaba los pies hacia adelante y hacia atrás, pensando en qué buena suerte me había dado venir tan cargada. Su voz interrumpió mis pensamientos que ya habían llegado lejos.
- Dice mi compañero que te puede atender, pero si podes venir a las once.
- Si, por supuesto, no hay problema, te agradezco de todo corazón...
Con ese cosquilleo que produce la adrenalina corriendo por la venas, me abrí camino hacia el Consulado de España. Ya no llueve y tampoco hay fila, pero sigue faltando ventilar la sala de espera. Esta vez la espera es corta, un señor me cuenta que viene a hacer el papeleo para su ahijado, pero me quedo sin los detalles porque llaman a mi número. Tengo en mis manos la partida de matrimonio y el libro de familia. Mentalmente tacho un trámite y sonrío.
Hago un poco de tiempo y a las once me acerco nuevamente al temible portón de la Embajada alemana, toco timbre pero esta vez no se abre. Me sorprendo al escuchar por el altavoz a la recepcionista que me avisa que la embajada está cerrada. Le explico que soy la chica de la visa que había venido más temprano. Se abre el portón. Estoy de nuevo en la sala de los afiches y espero ansiosa. Se acerca mi salvador, un chico de pocas palabras que intenta pronunciar mi apellido. Le doy mi pasaporte y me lo regresa con mi visa estampada. La tengo, lo conseguí.
Mis trámites en Uruguay se terminaron, al menos los que tiene que ver con vivir en Alemania. Todo lo que sigue ya es en tierras alemanas, pero eso lo dejaré para la segunda parte que se pone más picante.